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Casonas y palacios en el casco histórico de Oviedo

Cuentan las crónicas que Cangas de Onís fue la primera sede del naciente reino de Asturias; que el rey Silo asentó la corte en Pravia; y que Oviedo fue la «cumbre del reino» en tiempos de Alfonso II (762-842), monarca que, para darle mayor realce, encargó la construcción de varios edificios palaciegos y religiosos. Si de los primeros no quedan más que los restos arqueológicos del palacio real; de los segundos, aún conservamos el testero de San Tirso y la Cámara Santa.

La ciudad irá creciendo en torno a estos edificios religiosos; a la vera también de la catedral, que con diversas formas se levanta en el mismo solar en que se ubicara la primera, construida en tiempos de Alfonso II. Sus torres, primero la románica y luego la gótica, serán testigos de las nuevas construcciones que levantarán los nuevos moradores que se instalan en el interior de la cerca ovetense. La mayoría de ellas, de materiales más endebles, desaparecerán con el tiempo; otras, construidas para mayor gloria de las ilustres familias que las costearon, conseguirán mantenerse en pie hasta nuestros días. Y ahí están, desempeñando una nueva función, dispuestos a aportar su testimonio fehaciente de nuestra común historia.

Os proponemos realizar un paseo urbano para conocer estas construcciones. Son ocho edificios palaciegos situados en el casco histórico: seis en el interior del recinto amurallado y otros dos en las inmediaciones, como se puede comprobar en el plano de situación.



Plano de situación


1. Palacio de la Rúa





















La construcción original data de finales del siglo XV, por lo cual estamos ante el edificio civil más antiguo de la ciudad. El palacio, construido por encargo de Rodrigo de la Rúa, contador de los Reyes Católicos, se edifica a partir de una torre cuadrada preexistente, lo cual explicaría el carácter austero (para algunos «militar») de una fachada de grandes sillares y las pequeñas dimensiones de los vanos. Un arco de medio punto con grandes dovelas, sobre las cuales, da acceso al interior del palacio, rehabilitado como lugar de celebración de eventos sociales.


2. Palacio de Valdecarzana - Heredia



El edificio, tal y como ahora lo contemplamos, no fue una construcción de nueva planta, sino que es el resultado de la reforma realizada por Miguel Francisco de Heredia en la segunda mitad del siglo XVIII de uno preexistente, propiedad del marqués de Valdecarzana, que había sido construido siglo y medio antes. De ahí las diferencias existentes entre la fachada meridional y las restantes, mucho más austeras. La que da a la plaza presenta una mayor riqueza ornamental, como podemos observar en las molduras que realzan los balcones y la calle central coronada por el gran escudo acompañado de Hércules con el león.


3. Palacio de Camposagrado














A finales del XVII la familia Bernaldo de Quirós quiso completar el programa de reformas de sus residencias asturianas con la construcción de un nuevo palacio en Oviedo. Por diversas circunstancias, no será hasta mediados del siglo XVIII cuando se concluya el conocido como palacio de Camposagrado: una edificio exento, carente ya las torres que aparecían en otros más antiguos, construido en torno a un patio interior.

Observando la fachada descubrimos una línea de imposta que la divide en dos espacios. El inferior se subdivide en dos plantas: la bodega con sus tragaluces y el entresuelo con amplias ventanas enmarcadas. El superior por su parte, presenta sensibles diferencias entre sus fachadas: más austeras las del norte y sur; más ricas las dos principales, con balcones rematados moldurados y cuidada ornamentación en las calles centrales.


4. Palacio de Malleza - Toreno















Construido en el último cuarto del siglo XVII por encargo de la familia Malleza, se estructura en torno a un patio interior porticado. Al encontrarse adosado a otras edificaciones, sólo dispone de una fachada a la calle que una línea de impostas divide en dos pisos, aunque el inferior, al igual que sucediera en el vecino palacio de Camposagrado, comprende la bodega y el entresuelo. La calle central está enmarcada por dos columnas jónicas dispuestas sobre frontones que flanquean la gran puerta adintelada que da acceso al palacio; sobre ella, adquiere protagonismo uno de los seis balcones al estar enmarcado por dos nuevas columnas y los dos escudos que se sitúan en sus laterales.


5. Palacio del Marqués de San Feliz 

















El conocido actualmente como palacio del Marqués de San Feliz fue construido a principios del siglo XVIII como residencia del Duque del Parque. Localizado entonces fuera de la muralla medieval, el maestro de obras Francisco de la Riva optó por una estética decididamente barroca para dotar al edificio de la distinción que a otros edificios similares ya les venía dada por su privilegiada situación en el interior de la cerca.

Situado entre otras construcciones, se estructura en torno a un patio interior porticado con dos fachadas. La principal, que da a la plaza y que es la que vemos desde el exterior, aparece perfectamente estructurada gracias a la línea de impostas que la divide horizontalmente en dos pisos y a las pilastras que lo hacen verticalmente, en siete calles. En la central, de mayor anchura que las otras, se encuentra la gran puerta adintelada, flanqueada por dos columnas sobre las que se sitúa el voladizo del balcón.


6. Palacio de Inclán












En los inicios de la segunda mitad del XVIII, Manuel Reguera recibe el encargo para la construcción de este palacio, contrapunto de sobriedad con el resto. Las causas, al parecer, no fueron estilísticas sino económicas, y la menor riqueza ornamental de la construcción obedeció a un menor presupuesto destinado a las obras.

Para empezar, notase la escasa utilización de la sillería labrada en la fachada, empleada tan solo en las esquinas y para enmarcar los vanos. Échase también en falta, la gran puerta de acceso en la fachada principal que aparece en el resto de construcciones de este tipo. Y en cuanto a los ornamentos, la más absoluta sobriedad, con el escudo familiar que corona la fachada principal como única concesión.


7. Palacio de Velarde












Unos años después de la construcción del Palacio de Inclán, Manuel Reguera, que por entonces ya había conseguido el correspondiente título en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, diseña este palacio por encargo de Pedro Velarde. Sin las limitaciones económicas de Inclán, Reguera dispuso de mayor libertad creativa. Así en el diseño de la fachada principal, situada en una calle muy estrecha, utiliza algunos elementos destinados a llamar la atención del viandante, como los voladizos de los balcones o el gran escudo que preside la calle central.


8. Palacio Episcopal

















El edificio que ahora observamos es el resultado de diversas reformas del que, previsiblemente se habría construido en el siglo XVI, pues el anterior habría desaparecido, al parecer, durante el incendio que en 1522 destruyó buena parte de la ciudad. En una de las ampliaciones, realizada en la primera mitad del XVIII, se abrió el Tránsito de Santa Bárbara, un arco con galería superior que comunica el ala norte del palacio con la catedral.

En la fachada principal, que da a la Corrada del Obispo, se abre la gran puerta principal enmarcada por sillares almohadillados y flanqueada por el escudo del obispado ovetense. La sobriedad del palacio contrasta con la mayor riqueza decorativa de la fachada palaciega con la que, en la misma Corrada, se cierra el claustro de la catedral.

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Propuestas


Otros lugares de interés

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